domingo, 4 de febrero de 2007

Al Joven-Cristal

Seis de la tarde...

¡Hoy te he bajado
en dos lágrimas de duelo!

Mas, aún, en el ayer
te seguiré subiendo
en los ojos de esperanza
trás las siete tarde.

Yo sentencio:
el silencio
entra oscuro
y con velo...
a las ocho de la noche

Ya no dueles:
a las nueve de la noche
te he bajado trás doce lágrimas
de una corniza donde colgó tu cabeza
y de un racimo de ellas te he vuelto ha edificar:
gloria de los ojos que traen tu vuelta.

Ya no parece amargo el viento
Ya no perece el cuerpo...

¡Hoy te he bajado en dos gajos
el cuerpo, y aún en mitades mis duelos!

Paulo San Páris
El espejo de salvas

Cuando la belleza quede embarazada
tendrá un asco eterno en la poesía.

Me miró y poseyó tres veces en su reflejo
como si fuese yo la traición a la espera del gallo,
aquel me encontró bestia
proclamado de fealdades puras
y con un medio rocío de agua
llamada a la salmuera.

No me quise reflejar como idiota reflejo diabólito
tenaz jugador del espiral que en la palabra siembra
el desconsuelo lejano e inmovíl
que se nos llegó como espejo, pero el sonido
de las formas que la voz me daba en dos
alejados tizones, era mucho más ardiente
que los fuegos que yo podía
consumir
sin doblar la mano y garganta
en su reflejo.
Denoche me despierto y me veo que las tinieblas
imaginadas se van apagando en mí, hasta que desaparezco,
y otro adentro me queda mirando.

Paulo San Páris
De lo que habló El silencio

Mis ojos hablan por tu silencio hermoso
porque cada milimetro de mi palabra
va desnudando tu suavidad en un frágil
cristal de labio molido a besos
que me ensueñan en tus lagos torrenciales
de anacondas donde
los silvos sumergen
mis ganas para de mantenerte
en la isla de la subida al deseo blanco y estacional
de los yugos movidos a los enaltecidos colores
de un gallo que me gira el vientre para que
seas un ventrilocuo subterráneo y calcificador
de una libertad en riesgo de palabra.

Paulo San Páris