jueves, 15 de marzo de 2007

De lo que habló El silencio

Mis ojos hablan por tu silencio hermoso
porque cada milimetro de mi palabra
va desnudando tu suavidad en un frágil
cristal de labio molido a besos
que me ensueñan en tus lagos torrenciales
de anacondas donde
los silvos sumergen
mis ganashermosas de mantenerte
en la isla de la subida al deseo blanco y estacional
de los yugos movidos a los enaltecidos colores
de un gallo que me gira el vientre para que
seas un ventrilocua subterránea y calcificadora
de una libertad en riesgo de palabra.


Paulo San Páris
De lo que habló El silencio

Mis ojos hablan por tu silencio hermoso
porque cada milimetro de mi palabra
va desnudando tu suavidad en un frágil
cristal de labio molido a besos
que me ensueñan en tus lagos torrenciales
de anacondas donde
los silvos sumergen
mis ganashermosas de mantenerte
en la isla de la subida al deseo blanco y estacional
de los yugos movidos a los enaltecidos colores
de un gallo que me gira el vientre para que
seas un ventrilocua subterránea y calcificadora
de una libertad en riesgo de palabra.


Paulo San Páris

domingo, 4 de febrero de 2007

Al Joven-Cristal

Seis de la tarde...

¡Hoy te he bajado
en dos lágrimas de duelo!

Mas, aún, en el ayer
te seguiré subiendo
en los ojos de esperanza
trás las siete tarde.

Yo sentencio:
el silencio
entra oscuro
y con velo...
a las ocho de la noche

Ya no dueles:
a las nueve de la noche
te he bajado trás doce lágrimas
de una corniza donde colgó tu cabeza
y de un racimo de ellas te he vuelto ha edificar:
gloria de los ojos que traen tu vuelta.

Ya no parece amargo el viento
Ya no perece el cuerpo...

¡Hoy te he bajado en dos gajos
el cuerpo, y aún en mitades mis duelos!

Paulo San Páris
El espejo de salvas

Cuando la belleza quede embarazada
tendrá un asco eterno en la poesía.

Me miró y poseyó tres veces en su reflejo
como si fuese yo la traición a la espera del gallo,
aquel me encontró bestia
proclamado de fealdades puras
y con un medio rocío de agua
llamada a la salmuera.

No me quise reflejar como idiota reflejo diabólito
tenaz jugador del espiral que en la palabra siembra
el desconsuelo lejano e inmovíl
que se nos llegó como espejo, pero el sonido
de las formas que la voz me daba en dos
alejados tizones, era mucho más ardiente
que los fuegos que yo podía
consumir
sin doblar la mano y garganta
en su reflejo.
Denoche me despierto y me veo que las tinieblas
imaginadas se van apagando en mí, hasta que desaparezco,
y otro adentro me queda mirando.

Paulo San Páris
De lo que habló El silencio

Mis ojos hablan por tu silencio hermoso
porque cada milimetro de mi palabra
va desnudando tu suavidad en un frágil
cristal de labio molido a besos
que me ensueñan en tus lagos torrenciales
de anacondas donde
los silvos sumergen
mis ganas para de mantenerte
en la isla de la subida al deseo blanco y estacional
de los yugos movidos a los enaltecidos colores
de un gallo que me gira el vientre para que
seas un ventrilocuo subterráneo y calcificador
de una libertad en riesgo de palabra.

Paulo San Páris

sábado, 20 de enero de 2007

Letrilla Moica

Labio real del tocar vano
que declaró y no nos llamó
al sentencio del hijo
tan pródigo que maldigo
tal prodigio.

Nadie se me quiere cazar
-por rincones busco el Eter-.
dijo uno de ellos: lámpara
acá te busca el loco
como si tuvieras hogar.

Nadie se me quiere cazar
ni el valle, ni el moica a bailar.
Depresiones y aun corrientes
dominan y han de girar presa
de un guía nocturno.

Maldigo tal prodigio
con los arenales en el cuartar.
Nadie se me quiere cazar
a orillas del mar.

Paulo San Páris.

ROMANCE DE UNA NOCHE

En noches de romances ocultos
mi cabeza rodó
por un cuerpo desnudo, pálido, pulcro
las señales eran...
goteaban los cortes del cuerpo y
en su seso, estoy seguro, una mañana
de cézamo ardiente le atravesaba.
Añiles y troncales me recibieron
tus partes yámbicas y vagamente oscuras
en ellas están consumidas las noches
de los traucos donde
espero que mi cabeza todavía descienda
entre los dos pechos de mitades
hendidas bajo "los legítimos"
que ala-bo como Grecia.

Paulo San Páris.
Las ciudades navegables


Sus paredes oblicuas me desvaratan,
las lunas semejantes se pudren entre cristales
los niños buscan a los pueblos de la ilusión
y yo, costumbre al lado del que no desciende.

Vengo con los rostros y manos ardiendo,
con otra tierra que me sostiene por debajo
y tú, costumbre al lado del que desciende.

un paso dos pasos
sus paredes oblicuas me agarran
unas semillas semejantes se me mueven
y entre las pieles mis niños me protejen:
¿A cúal de todos detendré al frente de una pared
para que haga imaginable todo lo
que no pudo dominarme en el poema?

Ciudades del escenario
escondidas entre vómitos desérticos
se levantan:
tú ves, si ves
que allí tu dirigido cuento es una nube
atómica imaginada por un descendiente
en potencia de la costa oeste de la calle de enfrente,
que buscará matarte
porque no lo encontraste ni te encontraste
en los dominios que las ciudades
resguardan y son tu baluarte:
amante del disparate.