sábado, 20 de enero de 2007

Letrilla Moica

Labio real del tocar vano
que declaró y no nos llamó
al sentencio del hijo
tan pródigo que maldigo
tal prodigio.

Nadie se me quiere cazar
-por rincones busco el Eter-.
dijo uno de ellos: lámpara
acá te busca el loco
como si tuvieras hogar.

Nadie se me quiere cazar
ni el valle, ni el moica a bailar.
Depresiones y aun corrientes
dominan y han de girar presa
de un guía nocturno.

Maldigo tal prodigio
con los arenales en el cuartar.
Nadie se me quiere cazar
a orillas del mar.

Paulo San Páris.

ROMANCE DE UNA NOCHE

En noches de romances ocultos
mi cabeza rodó
por un cuerpo desnudo, pálido, pulcro
las señales eran...
goteaban los cortes del cuerpo y
en su seso, estoy seguro, una mañana
de cézamo ardiente le atravesaba.
Añiles y troncales me recibieron
tus partes yámbicas y vagamente oscuras
en ellas están consumidas las noches
de los traucos donde
espero que mi cabeza todavía descienda
entre los dos pechos de mitades
hendidas bajo "los legítimos"
que ala-bo como Grecia.

Paulo San Páris.
Las ciudades navegables


Sus paredes oblicuas me desvaratan,
las lunas semejantes se pudren entre cristales
los niños buscan a los pueblos de la ilusión
y yo, costumbre al lado del que no desciende.

Vengo con los rostros y manos ardiendo,
con otra tierra que me sostiene por debajo
y tú, costumbre al lado del que desciende.

un paso dos pasos
sus paredes oblicuas me agarran
unas semillas semejantes se me mueven
y entre las pieles mis niños me protejen:
¿A cúal de todos detendré al frente de una pared
para que haga imaginable todo lo
que no pudo dominarme en el poema?

Ciudades del escenario
escondidas entre vómitos desérticos
se levantan:
tú ves, si ves
que allí tu dirigido cuento es una nube
atómica imaginada por un descendiente
en potencia de la costa oeste de la calle de enfrente,
que buscará matarte
porque no lo encontraste ni te encontraste
en los dominios que las ciudades
resguardan y son tu baluarte:
amante del disparate.